Kapitel 1: Papá a desparaecido

Sam ha dejado la vida de cazador de lo sobrenatural pero todo cambia cuando llega su hermano y le dice que su padre se ha ido a cazar y lleva cuatro días sin aparecer.


Años pasados

31 de octubre de 2005

Habían pasado los años. Sam Winchester tenía 22 y, por primera vez en su vida, sentía que estaba construyendo algo propio, lejos de su pasado. Estaba en la Universidad de Stanford, estudiando Derecho, con buenas calificaciones y un futuro prometedor. Vivía con su novia, Jessica Moore, una chica dulce y alegre, con la que compartía sueños de un futuro juntos.

 

La puerta del dormitorio se abrió de golpe y Jess entró con paso apresurado.

Llevaba un disfraz de enfermera sexy, acomodándose el pequeño gorro en la cabeza con una sonrisa divertida.

—¡Sam!

Se detuvo frente al espejo, arreglándose el cabello mientras fruncía el ceño, impaciente.

—Muévete de una vez, ¿quieres?

Desde el pasillo se escuchaban risas y música, el ambiente de Halloween ya en pleno apogeo.

Sam asomó la cabeza desde detrás de la puerta, su expresión de aburrimiento absoluto.

Tenía vaqueros y tres camisetas, claramente sin intención de disfrazarse.

—¿Tengo que ir?

—Sí.

Se quedó mirándolo con una ceja arqueada, esperando.

Sam bufó con una sonrisa, metiendo las manos en los bolsillos.

—Sabes lo que opino sobre Halloween.

Al rato de fueron a un bar cercano. El lugar estaba decorado con telarañas y figuras terroríficas, el ambiente festivo palpable. Las luces parpadeaban al ritmo de la música, mientras los estudiantes se movían entre las mesas, todos disfrazados.

En un rincón, una mesa repleta de vasos.

Junto a ellos, Sam sin disfraz, con los brazos cruzados, mientras Jess levantaba su copa con entusiasmo.

—Un brindis por Sam…

Los demás en la mesa se unieron al gesto.

—…y su increíble puntaje en los LSAT.

Sam sacudió la cabeza, incómodo por la atención.

—Vamos, no es para tanto.

Jess lo miró con una sonrisa traviesa.

—Sacaste un 174.

Sam se encogió de hombros y tomó su vaso.

El brindis se hizo con un choque de copas, seguido por un trago rápido.

—¿Eso es bueno?

Jess dejó su vaso sobre la mesa, riendo.

—Es increíblemente bueno.

El amigo de Sam lo miró con admiración, golpeándole el brazo con una risa.

—Eres la primera opción en cualquier escuela de derecho.

Sam se pasó la mano por el cabello, incómodo con el halago.

—Tengo una entrevista aquí el lunes. Si todo sale bien, tengo una oportunidad de conseguir una beca completa.

Jess apoyó una mano en su brazo, su mirada segura.

—Todo va a salir genial.

—Más te vale.

—¿Cómo se siente ser el hijo dorado de tu familia?

Sam desvió la mirada, con una leve sonrisa amarga.

—No lo saben.

—¿En serio? Si fuera tú, lo presumiría.

Sam exhaló lentamente, girando su vaso entre los dedos.

—No somos exactamente la familia feliz.

Su amigo rió y se encogió de hombros.

—¿Más tragos?

—No.

—No.

Pero su amigo ya se había ido al bar a pedir más.

Jess se inclinó más cerca de Sam, su voz baja, suave.

—En serio, estoy orgullosa de ti. Vas a lograrlo.

Sam sonrió levemente, mirándola a los ojos.

—¿Qué haría sin ti?

—Te estrellarías y arderías.

Jess sonrió y se inclinó para besarlo.

En casa
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