Pensar mucho algo, es como abrir nuevamente una cicatriz.
Me logro levantar a duras penas, con los ojos hinchados. La tenue luz azul que atraviesa mi ventana se cuela entre las cortinas mal corridas y, por alguna razón, eso basta para tomar impulso. No es motivación, no es esperanza. Es más parecido a resignación. Pero me sirve. Me pongo de pie y enciendo la luz de la habitación.
Al principio molesta. Es demasiado para mis ojos cansados. Parpadeo un par de veces, me sobo con lentitud, intentando calmar ese ardor punzante que dejó la madrugada. La vista se aclara un poco. Solo un poco. Miro hacia la ventana, sin pensar en nada concreto, solo dejando que la vista se pierda en esa calle vacía.
No hay movimiento, ni voces. Solo silencio. Un silencio pesado, profundo, como si el mundo también estuviera aguantando algo que no puede decir en voz alta.
Hace frío. Pero no me molesta. No es lo que más me pesa esta mañana. Es solo otro detalle más en una lista larga de cosas que no me están saliendo bien. Y ya empecé el día con el pie izquierdo, así que no sorprende.
Supongo que lo mínimo que puedo hacer por mí ahora es ir al baño, lavarme la cara. No va a arreglar nada, pero al menos me va a sacar un poco esta cara de derrota.