La protagonista de esta historia narra cómo es la vida luego de la implementación del nuevo sistema y cómo se logró que la ciudadanía se adapte al nuevo cambio de identificación y forma de vida.
Llamo a 622589, quien en realidad solía llamarse Jhandry, pero ya nadie usa eso. A él lo conozco desde que ingresé a la universidad a la facultad de medicina y ciencias forenses en el año 2096. Es un chico realmente simpático; es alto, delgado, cabello castaño claro, liso y muy peinado, tez blanca; en sus ojos guarda el color del cielo, su nariz es respingada y sus labios son carnosos y rosados. Desde primer semestre comenzamos a llevarnos, se convirtió en algo así como mi mejor amigo. Es bueno con cuestiones de programación y datos aunque sus habilidades en el campo forense también son buenas.
Decido llamarlo para preguntarle si a él también le llegó la misma notificación que a mí.
A los tres timbres, escucho su voz.
-Hola- dice él.
-¿Qué tal?, respondo. Oye, ¿notaste algo en tu correo?
-¿Qué tendría que encontrar de raro?
-Una convocatoria al centro forense el miércoles a las 10.
-Ah, eso. Sí, supongo que nos contará como hora de práctica, tú sabes, la rutina. ¿Quieres que te encuentre para ir? A lo que respondo:
-Sí, supongo, pero con todo te confirmo luego ¿ya?, es que recordé que debo hacer algo antes.
-Está bien, no hay problema. Me avisas entonces.
-Cuídate- digo y cuelgo la llamada.