Después de mucho tiempo volví, voy a estar corrigiendo la historia, tanto ortográfica como narrativamente. Tengan paciencia.
Comienza la aventura
—Hola, Louis, ¿se puede saber qué haces aquí?
—No —te responde fríamente mientras mira hacia el suelo. Las botas de cuero tiemblan contra la tierra como si no le sostuvieran el peso del cuerpo.
—Bien, como quieras. En un rato se te pasará.
Buscando respuestas, te diriges hacia la herrería. Allí está Gordon, es un herrero amigo de todo el pueblo. Te mueves por la herrería buscando a Gordon y lo encuentras forjando una espada.
Él se gira y, cuando te ve, dice:
—Chris, ¿qué haces aquí?
—Yo solo vine a preguntarte qué le pasó a Louis. Está sin decir nada, parece que le arrebataron algo.
—Bueno, él me contó que abrieron una academia en un pueblo no muy lejano. Quizás sus padres le negaron ir.
—Seguramente sea eso. Él quiere ser mago más que nada en el mundo.
—Pero cambiando de tema —dice Gordon, bajando el martillo con un suspiro lento—, terminé de forjar esta espada hace unos días. Era para un comerciante que solía pasar por aquí. Me la encargó porque tenía miedo de unos bandidos que rondaban los caminos del este.
Deja la hoja sobre el yunque con cuidado, como si aún le debiera respeto.
—Nunca vino a buscarla. Dicen que lo encontraron tirado en una zanja, con el cuello rebanado y sin mercancía.
Chris guarda silencio. El sonido del metal enfriándose se mezcla con el crujido del fuego.
—Lamento oír eso.
Gordon asiente, cruzando los brazos.
—Fue él quien eligió el diseño. Nada espectacular, pero bien equilibrada. Quería algo funcional, rápido, que no lo hiciera ver como un guerrero. Una espada para espantar, no para matar.
Pasa unos segundos mirando la hoja, y luego añade:
—No me gusta dejar armas así, sin dueño. Y no se la voy a vender a cualquier forastero.
Levanta la vista y te clava los ojos con seriedad.
—¿La querés?
Chris parpadea.
—¿Estás seguro?
—No te la regalaría si no lo estuviera. Además, sé que sabés usarla. Tu padre me lo decía.
Dudas un momento. La hoja brilla con una luz apagada, como si aún tuviera preguntas sin responder.
—Está bien. Pero espero que no me dé mala suerte.
Gordon esboza una sonrisa torcida.
—Lo dudo. No creo en esas cosas de la mala suerte. Aunque no me sorprendería que existieran; al fin y al cabo, vivimos en un mundo con magia.
—En fin, gracias por la espada, Gordon. Prometo que la intentaré usar, aunque prefiero arco —dices mientras sales por la puerta de la herrería.