Mi nombre es Alejandra, pero todos me dicen Ale, como imaginaran mi papá estaba inmensamente feliz porque nació una niña, podía sentir lo feliz que estaba cuando me cargaba y me miraba con ternura mientras acariciaba mis manos y dedos.  Mi mamá también parecía contenta, me sonreía mucho mientras me alimentaba. Cuando salimos del hospital fuimos directo a casa, y cuando llegamos habían muchos globos color rosado, estos iban desde la puerta hasta la sala principal de la casa, ahí habían muchos regalos que la familia había traído para mí. Desde ese momento siempre estuve rodeada de regalos y juguetes que mi papá todo los días me traía cuando llegaba del trabajo. En cada uno de mis cumpleaños me compraban un pastel delicioso y enorme, además de más regalos.

Cuando cumplí 5 años mi papá me regalo la casa de muñecas más grande que haya visto y cuando me la dio me dijo —tú eres mi princesa, el amor de mi vida, no he querido tanto a nadie como a ti hijita— yo lo abrace y le di un beso pero mamá pareció enojada y en lugar de ver la casa de muñecas conmigo se fue. Después de ese día, escuche varias veces que mamá discutía con papá diciéndole que me dedicaba más tiempo a mí que a ella. Fueron dos meses en los que mamá siempre estuvo enojada y triste, yo no entendía por qué si yo siempre me comportaba bien. Un día ella se sintió muy mal después de discutir con papá, gritaba mucho y de pronto se desmayó, entonces papá y yo…