La familia

Cristina... nos conocimos de niños, como se suele decir de toda la vida. Era la hija menor de otros granjeros de la zona. Hay quién diría que las circunstancias y la falta de opciones nos unieron, pero se equivocaría. Ella y yo fuimos almas gemelas desde niños. Nos pasábamos horas jugando y soñando con nuestro futuro entre los campos de nuestras familias y conforme nos íbamos haciendo mayores, ese amor crecía con nosotros al igual que los sueños de formar una numerosa familia juntos. Las duras horas de trabajo en el campo bajo el sol castellano le habían regalado  una brillante tez morena. Su pelo era largo, castaño y enmarañado. Poseía una apariencia bastante normal, mas la mayor belleza de todas la albergaba en su corazón. Le encantaba cuidar de los animales y no había nadie mejor en toda la zona ayudando a los que estaban de parto, pasándose noches en vela junto a las hembras y sus crías para asegurarse de que todo fuese bien. A los animales enfermos también los cuidaba como si de sus propios hijos se tratase, pues como dije poseía un corazón de oro.

Cristina y yo nos casamos al poco de fallecer mis padres y pese a toda dificultad que el futuro nos tuviese reservada, juntos, éramos las personas más felices del mundo.

Durante varios años intentamos tener hijos sin suerte, pero nuestro amor era tan grande que no estábamos dispuestos a rendirnos. Dos años transcurrieron cuando finalmente Cristina quedó en estado de buena esperanza ... aunque, como ya os he explicado, la vida por aquel entonces era dura y el niño nació muerto. Yo abracé a Cristina que estaba desolada en la cama y la consolé hasta que cayó dormida agotada por el esfuerzo del infructuoso parto y por el llanto. Era el día más triste de nuestra vida hasta entonces, pero yo no podía dejar de mirar a la mujer que tanto amaba y que estaba dormida en la cama abrazando el cuerpo sin vida de nuestro bebé nonato.

Pasaron varios años hasta que finalmente Dios nos concedió a nuestra hija. La llamamos Amanda  que significa "aquella que es amada" por nuestro anhelo de tenerla. Era el bebe más bonito que jamás ha existido. Su madre nunca había estado tan bella como en el momento en que los ojitos de Amanda se cruzaron con los suyos; su rostro brilló de esa forma tan especial que aquel que ha sido padre seguro que conoce.

A las pocas semanas de nacer Amanda llegó una carta de mi hermano Alberto, el cual me informaba que nuestro hermano, Santiago, había fallecido en un trágico naufragio ocurrido en uno de sus habituales viajes buscando fortuna como mercader. Ya sólo quedábamos nosotros y me invitaba a ir a Burgos para poder organizar una ceremonia por nuestro hermano y tratar de los asuntos de la herencia, ya que había muerto sin familia.

Después de leer la carta me giré hacia Cristina con lágrimas en los ojos y le dije:

-"Son malas noticias ... Mi hermano, Santiago ha, ha .... muerto. Alberto quiere que vaya ... pero no, no puedo dejaros a la niña y a ti solas, y ella es demasiado pequeña para viajar. Le escribiré y tendrá que entender que ..."-

-"Amor mio, era tu hermano ... tienes que ir. Nosotras estaremos bien, solo serán unos días y en este tiempo no hay tanto trabajo en la granja. Tú debes ir. Presenta nuestras disculpas a Alberto y cuéntale que es tío de una preciosa niña, pues la buena nueva mitigará la pena que ha inundado su vida."-

-"Gracias Cristina. Iré a coger unas cosas y saldré lo antes posible para poder estar pronto a vuestro lado."-

Y eso hice. Cogí algo de ropa, preparé uno de nuestros caballos y ...