Pensar mucho algo, es como abrir nuevamente una cicatriz.
Sin querer, esta relación terminó cambiándome. No fue algo que buscara, ni algo que viera venir. Simplemente pasó, de a poco, como cuando el agua se evapora sin que te des cuenta. Y ahora estoy acá, sintiéndome distinto. Menos seguro. Más solo. Como si algo que antes me sostenía se hubiera ido sin avisar.
Lloré toda la madrugada. No es algo que me enorgullezca, pero tampoco me da vergüenza decirlo. Fue como si todo lo que me aguanté durante semanas saliera de golpe, sin filtro, sin medida. Me senté en la cama, en silencio, y dejé que pasara. Porque no podía hacer otra cosa. No tenía energía ni para entender qué sentía. Solo... tristeza. De esa que no hace ruido, pero pesa.
No me gusta sentirme así. Tan frágil. Tan expuesto. No es que crea que llorar esté mal, pero esta sensación de no tener control me deja mal parado. Me hace pensar que soy débil. Que algo en mí falló. Y entonces me empiezo a preguntar si fue mi culpa. Por querer tanto. Por no soltar a tiempo. Por seguir ahí, aún cuando ella ya no estaba.
Hablé con la almohada. Le dije cosas que nunca dije en voz alta. Cosas que ni siquiera estaba seguro de haber pensado. Como si al hablar, algo dentro mío se ordenara un poco. Ahora está toda mojada. No solo por lágrimas, también por ese peso que llevé y que por fin dejé caer. Aunque solo un poco. Aunque solo por unas horas.
Yo la amaba. La sigo amando, creo. No sé cómo se apaga eso de un día para otro. Pero está claro que no fue suficiente. Al menos no para ella. Y eso duele más que cualquier pelea, cualquier discusión. Porque uno espera que, si ama de verdad, eso baste. Que eso alcance. Y no siempre es así.
Llamé hace un rato. Me sorprendió que contestara tan rápido. Estaba despierta. No pregunté por qué. No quise saber con quién estaba. Solo le dije: "Quiero hablar contigo. En el puente." Y ella, con esa voz que ya no sé si reconozco, respondió: "Está bien." Nada más. Sin emoción. Sin preguntas. Solo eso. Y aunque fue una respuesta simple, no pude dejar de pensar en si estaba nerviosa. O si simplemente ya no le importa.
Falta una hora para vernos. Pero ya me voy a alistar. No porque quiera impresionarla. Ni porque espere algo. Solo porque no quiero que me vea destruido. No se trata de orgullo, es algo más interno. Algo mío. Quiero poder hablar con calma, sin romperme en medio de una frase. Quiero mirarla y, aunque me duela, aceptar que se acabó.
No sé si eso va a darme paz. Pero al menos quiero terminar esto mirándola a los ojos, sin mentiras, sin escenas. Solo los dos. Por última vez.