Despierta el forastero

Despertaste de golpe, con la sensación de haberte caído de tu cama. Instantáneamente tragaste una bocanada de aire, como si te hubieses estado ahogando hasta el momento en el que habías vuelto a abrir los ojos. Lo primero con lo que te encontraste fue el alto y lejano techo de roca que se encontraba sobre ti. Aun confundido por despertar en un lugar desconocido, escuchaste una voz.

-Oye, anciano, el chico al fin despertó. 

Giraste tu cabeza en dirección a la voz, y te encontraste con un hombre de largo cabello negro sentado en una camilla, con el torso desnudo, dándote la cara a ti, y a un anciano detrás de él. El anciano, que parecía haber estado muy concentrado haciendo otra cosa, corrió hacia ti. Mientras se te acercaba, el hombre de la camilla gritó "¡Oye, oye, oye, pero no me dejes aquí mientras me desangro!", siendo totalmente ignorado por el viejo. Al llegar a ti, se mostró nervioso e inseguro, dudando sobre qué decir. 

Finalmente, se arrodilló a un lado de tu camilla, para presentarse.

-Mi señor, mi nombre es Belial, y he cuidado de usted durante los días que estuvo inconsciente. -Te dijo el viejo.

-¿Inconsciente? -Preguntaste, confundido. En tu mente aún habitaban vívidos recuerdos de un mundo onírico, que ahora parecía producto de tu imaginación hiperactiva. Estos recuerdos se mezclaban ahora con tu percepción del mundo real, el mundo en el que estabas en una habitación de piedra con dos extraños.

-Me temo, señor, que padece del mal del forastero. Al menos, esa era nuestra teoría al ver la naturaleza de su anormal sueño. De ser ese el caso... ¿Reconoce dónde está? ¿Recuerda quién es?

Observaste detenidamente tus propias manos, antes de pasar a tus brazos, y luego a todo tu cuerpo en general. ¿Habías soñado que eras una chica o un chico? ¿Viviste pocos años o tuviste una vida plena antes de despertar? ¿En tu sueño te faltaba alguna extremidad? Sabías que, hasta hace no mucho tiempo atrás, habías habitado en un cuerpo distinto al que te envolvía ahora. Por un momento que se te volvió eterno, sentiste cómo la realidad y el sueño, que habías creído era real, se fusionaban lentamente. Podías recordar aquella extraña y fantástica realidad llena de aparatos tecnológicos y comodidades, pero ahora comenzabas a entender que solo había sido una ilusión. 

Al notar tus dudas, el viejo continuó:

-Le diré todo lo que sé sobre usted, señor. Su nombre es Gavaltia, nacido y criado en esta, la ciudad de Armadillo. Es un hombre de 25 años de edad, quien en su adultez se formó como un piloto de golems, sirviendo como un explorador a los guardias de los muros. Luego de algunos días comportándose de manera irregular, dejó a su familia y salió de la ciudad, para no ser encontrado hasta una semana después, por dos cazadores que lo sacaron de lo que describieron como un capullo gigante. ¿Recuerda algo que lo que estoy contándole, señor?

-Sí. -Respondiste sin pensar, por algún motivo tomando todo lo que el viejo decía como una verdad que ya conocías. 

El viejo se mostró aliviado, imaginando que habías tenido suerte de ser capaz de asimilar tu situación con tanta facilidad.

-Muchos forasteros no soportan el cambio, me alegra que usted se encuentre bien. Ahora, si me lo permite, señor, debo revisar la marca en su espalda. -Te dijo el anciano.

-Se refiere a esta. -Dijo el hombre de la camilla, girando su torso para mostrarte su espalda. En ella, además de muchos agujeros muy profundos de carne descubierta, había una marca similar a una cicatriz en color y apariencia. Tenía la forma de dos hexágonos dentro de un circulo, formando una estrella chata de doce puntas. Por algún motivo, creías haber visto esa marca antes. -Todos tenemos esta marca. -Concluyó el hombre.

Sin esperar a que decidieras negarte o colaborar, el viejo te dio la vuelta tomándote de un hombro, antes de levantar tu ropa y descubrir la estrella. 

-Como temía, otro forastero con un cambio de estrella. -Dijo el viejo en voz baja, antes de dirigirse a ti directamente- Todo ser vivo capaz de conjurar los poderes elementales de las cuatro lunas tiene esta marca, señor. Esta marca define nuestras afinidades y capacidades mágicas. Usted podrá hacer lo que su estrella dicte, y no más que eso. Se creía que estas marcas no podían cambiar jamás, una vez nacida la persona, pero se han reportado numerosos casos de forasteros que despiertan con una marca distinta. Al parecer, usted a perdido la afinidad que poseía con la luna de tierra. Mis condolencias, señor. -Dijo, bajando la cabeza. 

No encontraste palabras para responder. Sentías que era demasiada información, y aún estabas confundido por despertar de un corto coma, que tú habías percibido como toda una vida.

-Anciano -Dijo el hombre- deja que el chico digiera las cosas con calma.

-Si, tiene razón. -Respondió, antes de girarse a ti y hacer una reverencia- Lo siento mucho. Estoy seguro de que tiene mucho en qué pensar.

-Y ya que estás desocupado -Continuó el hombre de la camilla, con una sonrisa- por favor, si fueses tan amable, ¡¿podrías venir de una maldita vez a parar la hemorragia?! ¡Sé que lo del forastero tiene prioridad, pero joder!

El anciano se fue corriendo mientras se disculpaba, en dirección al hombre de la camilla que ahora tenía un charco de sangre debajo.

Llevándote las manos a la cara, te dejaste caer sobre la camilla. Familia, responsabilidades, preocupaciones, peligros y amigos, tanto las cosas positivas como negativas de tu vida se habían ido en un parpadeo, comenzando un nuevo día como un lienzo en blanco.