Capítulo 1: La llegada y la despedida


No abre las ventanas...

   No lo sabía hasta ese momento, pero realmente quería una mascota.

   Tenía esperanzas de que aquello que masticaba afuera, en el patio, se pareciera a un gato; mejor aún, que sea un gato.

   (El gato me era preferente a un perro. En realidad, mejor dicho, un gato era preferente a cualquier humano. Lo que quiero decir es que prefiero a un gato antes que la presencia de mi hermano, Rodrigo, que la de mi madre, mi padre, que la de todo el mundo.)

   Aquello masticaba allá fuera, pero preferí no abrir las ventanas. No quería interrumpirlo ni espantarlo. Además, estaba perfectamente arropada y calentita bajo mis mantas, a resguardo de la noche fría.

   El silencio húmedo de la madrugada apenas se interrumpía por el desesperado masticar de la cosa vagabunda.

Tratar de domesticar al gato.
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