Todo esta tranquilo hasta que algo horrible pasa.
Querido lector, este libro juego esta hecho para que disfrutes de la historia. Hay algunas opciones pero la historia es principalmente lineal. Ofrece diferentes opciones pero dado que el libro juego esta basado en una serie de televisión es una historia mayoritariamente ya escrita y sin cambios importantes. Mas adelante insertaré dos principales decisiones que cambiaran el estilo de juego para ambos personajes principales pero todavía no esta del todo escrito. Espero que te guste.
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Lawrence, Kansas. 3 de Noviembre de 1983
Los grillos cantaban en la quietud de la noche. Un gran árbol sin hojas se alzaba en el jardín de una de las casas del barrio suburbano, sus ramas desnudas proyectando sombras retorcidas bajo la luz de la luna.
El oscuro cuarto infantil se iluminó de golpe cuando Mary Winchester encendió la luz. Llevaba un camisón blanco y sostenía en brazos a su hijo mayor, Dean, que se removía con sueño.
—Vamos a decirle buenas noches a tu hermano.
Sobre la cuna, un bebé de apenas seis meses abrió los ojos grandes y brillantes, fijando la mirada en su madre y en su hermano mayor.
Mary dejó a Dean en el suelo. El niño se inclinó sobre la cuna, apoyando las manos en el borde y acercándose al pequeño.
—Buenas noches, Sam.
Mary sonrió, inclinándose también para acomodar el cabello del bebé con ternura antes de dejar un beso en su frente.
—Buenas noches, amor.
Una voz resonó desde la puerta.
—Hey, Dean.
Dean se giró rápidamente y corrió hacia la figura en la entrada.
—¡Papá!
John, con su camiseta del Cuerpo de Marines, se agachó para recibir a su hijo en un abrazo fuerte.
—¿Qué opinas? ¿Crees que Sammy ya está listo para lanzar una pelota de fútbol?
Dean rió, sacudiendo la cabeza con entusiasmo.
—No, papá.
John soltó una carcajada baja.
—No.
Mary pasó junto a ellos, rozando el brazo de John con los dedos al salir.
—¿Lo tienes?
John estrechó más a Dean en su abrazo.
—Lo tengo.
Se volvió hacia la cuna, sonriendo con suavidad.
—Dulces sueños, Sam.
Con un último vistazo, apagó la luz y salió de la habitación con Dean en brazos.
Sam los observó irse, balbuceando con curiosidad antes de intentar atrapar sus propios pies.
Un sonido extraño salió del monitor, un crujido, un susurro indescifrable.
Mary, dormida, frunció el ceño. Se giró y encendió la lámpara de noche.
—¿John?
Se dio la vuelta, encontrando la cama vacía.
Se levantó de inmediato.
Mary caminó en silencio, su expresión confundida mientras se dirigía a la habitación del bebé.
En el interior, una figura oscura y en silueta se alzaba junto a la cuna de Sam.
Mary se detuvo en el umbral, con el ceño fruncido.
—¿John? ¿Tiene hambre?
La figura giró la cabeza lentamente.
—Shhh.
Mary asintió distraídamente.
—Está bien.
Se dio la vuelta y comenzó a caminar de regreso al dormitorio.
El foco junto a las escaleras parpadeó.
Mary se detuvo, lo tocó con la punta de los dedos hasta que la luz se estabilizó.
—Hm.
Pero la luz en la planta baja también parpadeaba.
Mary frunció el ceño, bajando los escalones con cautela.
La televisión estaba encendida, proyectando imágenes de una película de guerra.
John dormía profundamente en la silla, la luz de la pantalla iluminando su rostro.
El estómago de Mary se hundió.
Si John estaba aquí... ¿quién estaba arriba?
Su rostro se llenó de terror.
—¡Sammy! ¡Sammy!
Subió las escaleras corriendo, el pánico atenazándole el pecho.
El grito desgarrador de Mary hizo que John despertara de golpe.
—¿Mary?
Se levantó apresurado, tambaleándose antes de echar a correr escaleras arriba.
—¡Mary!
John irrumpió en la habitación.
—¡Mary!
La habitación estaba en completo silencio.
No había nadie.
Solo Sam despierto en su cuna.
John frunció el ceño, se inclinó y bajó la baranda de la cuna.
—Hey, Sammy. ¿Estás bien?
Un goteo suave sonó cerca.
John miró su mano. Sangre.
Otras dos gotas cayeron sobre su piel.
John levantó la cabeza.
Mary estaba suspendida en el techo, su camisón blanco empapado en sangre, la mirada fija en él.
Su boca se movía, tratando de decir algo, pero no podía emitir sonido.
El mundo se detuvo.
John se desplomó sobre las rodillas, incapaz de apartar la mirada.
—¡No! ¡Mary!
Las llamas estallaron a su alrededor, devorando el techo en cuestión de segundos.
Sam rompió en llanto.
John reaccionó al instante, tomó al bebé en brazos y corrió fuera de la habitación.
Dean apareció medio dormido, frotándose los ojos.
—¿Papá?
John se arrodilló frente a él, colocando a Sam en sus pequeños brazos.
—Llévate a tu hermano afuera lo más rápido que puedas. No mires atrás.
Dean parpadeó, confundido.
—¡Ahora, Dean, corre!
Dean no dudó más.
Abrazó a Sam con fuerza y echó a correr escapando del fuego.
John se volvió hacia la habitación.
—¡Mary!
El cuarto estaba completamente en llamas.
El cuerpo de Mary apenas se distinguía entre el fuego.
—¡No!
Dean salió corriendo con Sam en brazos, el bebé sollozando contra su pecho.
—Está bien, Sammy.
Se detuvo en el jardín, mirando hacia arriba.
La ventana del cuarto de Sam brillaba con una luz dorada, el fuego iluminando la noche.
John emergió de la casa, su rostro cubierto de ceniza, su respiración errática.
Agarró a Dean y Sam en un abrazo fuerte, alejándolos de la casa.
—Os tengo.
Un estallido de fuego explotó desde la ventana del cuarto del bebé.
Las sirenas resonaban.
Bomberos y policías trabajaban entre el humo.
John y Dean estaban sentados en un Chevy 67 Impala, con Sam envuelto en una manta.
John miraba el fuego, su mirada fija en las ruinas de su hogar.
Desde ese día, John Winchester cambió. La pérdida de Mary lo consumió. Pero más que el dolor, lo que lo devoraba por dentro era el misterio de su muerte. Sabía que no había sido un accidente. Había visto esos ojos amarillos, había sentido que aquello no era algo de este mundo. Decidió buscar respuestas y, al descubrir la verdad sobre los monstruos, fantasmas y demonios que acechaban en las sombras, se convirtió en cazador.
Su vida se transformó en una misión de venganza. Crió a Dean y Sam en ese camino. Les enseñó a disparar antes que a montar en bicicleta. Aprendieron a distinguir el rastro de un vampiro antes que a hacer amigos. Vivían de motel en motel, de ciudad en ciudad. No había estabilidad, no había hogar. Solo la caza.