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En una fría y nublada madrugada de un pueblo fantasma, la sirena de un patrullero retumba en las calles despertando a todos a su alrededor. La voz y el llanto de un niño se hacen notar, los vecinos poco a poco se levantan, pues se encuentran alarmados por dicha escena, porque jamás en un pueblo tan pequeño se había escuchado este tipo de estruendos. Todas las personas que salieron observaron a su alrededor y notaron a un niño indefenso cubierto de sangre.

 Cuando el patrullero llegó todos notaron al reconocido oficial del pueblo, el oficial William quien tomaba los casos más importantes y extraños del pueblo. Aquel era alto, con su piel clara, unos ojos marrones que reflejaban su rigidez, honestidad y seriedad. Además, el oficial era considerado como un hombre solitario, nadie comprendía su manera tan fría de actuar, así que ninguno de los vecinos le dirigió la palabra cuando se bajó de la patrulla. William simplemente observó a todos los vecinos que estaban aterrorizados al ver a aquel infante cubierto de sangre, todos querían saber qué había sucedido dentro de la casa.

 Entonces el oficial William mira a su alrededor, al ver tan espantosa escena decide: